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+ ¿Qué pasa no tenías suficiente?
- Sí... pero yo...
+ ¿Sí pero qué? ¡No! Esto no es así. No eres capaz, no puedes...
- No me digas lo que no puedo, no me digas lo que no soy capaz. - le interrumpió ella en un arrebato de rabia - Simplemente tuve un momento de debilidad, un fallo sin importancia. Yo sé que no debía...
+ ¿Un fallo sin importancia dices? Si venga, ¿y que más? Por Dios mírate... Ahí estas hecha mierda, pues sabes que te digo, te lo mereces.
- Yo...
+ Yo, yo... Mira, lo que has hecho por tanto yo. ¿Eres feliz?
- Lo siento. - decía ella entre lágrimas
+ ¿Dime te sientes satisfecha? - continuaba sin prestarle atención - Me has fallado a mi, y a todos. Esperaba que fueras mejor. La verdad me has decepcionado.
- No digas eso. Lo siento, no pasará más, te lo prometo.
+ ¿Estás segura? Siempre prometes cosas pero... ¿cumples tus promesas?
- Siempre, y esta será una promesa prioritaria.
+ Genial. Eso espero. Espero que hayas aprendido. Espero que te hayas dado cuenta que así no consigues nada, solo hacerte daño a ti y a los que te rodean. Yo sufro al verte sufrir. Por favor, cumple esta promesa. Recuerda que me lo has prometido a mi, no a alguien cualquiera, sino a mi. - le dijo Kupa, con lágrimas entre los ojos.
- No te fallaré. - le abraza - No fallaré más a nadie.

Se hizo el silencio en la habitación. Se escuchaban sus dos latidos que se fundían en un uno gracias a ese abrazo. Ese abrazo tan confortable. Ese abrazo que no querían que se acabara. Pero de pronto él susurró:
+ Y ahora,... ¿que piensas hacer? - mientras la separaba de sus fuertes brazos.
- No lo sé, estoy hecha un lío. Pero sé que he de tener cuidado, he de escoger bien. He de escoger esa carta que conviene y dejar de lado las demás. ¿Lo entiendes? Esto fue un gran error, nunca debí dejar que sucediera.
+ Bueno, la verdad... la verdad es que él también tuvo parte de culpa.
- Lo sé, pero él no está en la misma situación que yo. Y yo no debí permitir que eso ocurriera, ni con él, ni con nadie. Así que la culpa fue toda mía. Dios, estoy hecha un verdadero lío. Ayúdame a tomar una decisión.
+ Por Dios... ¿no me digas que ahora tienes dudas?! - exclamó el estupefacto.
- Claro que las tengo.
+ ¿Y por qué?
- ¿Y por qué no?
+ Pues a ver, explícate. ¿Qué pasa?
- No lo ves... ¡ESTOY HECHA UN LÍO, TE HE DICHO! - levanta su tono de voz.
+ Shhh... vale, vale, pero cálmate Karo. Ya verás como todo se arregla. - la vuelve a abrazar.

Mientras sostiene su cabeza en su pecho ella dice:
- Me dijo que la culpa es sólo suya. Le contesté que parte también era mía. Él quiso llevarse todo el mérito de este error. Y yo no estoy segura de quien tuvo más culpa si él o yo.
+ Me sorprende, no sé que decirte.
- Me dijo que quería recompensarme, porque creía que me había fallado. Y sólo hay una persona que ha fallado aquí y he sido yo. Nunca debí hacerlo. Nunca... - y se abrazó más fuerte hacia él, dejando que la lágrima que se resbalaba de su mejilla cayera en la camisa de él, esa que tanto le gustaba a ella.
+ No te preocupes... - la consolaba él sin saber que más decir.
- Todo iba tan perfecto, y voy yo y la cago. Dios... ¿ahora que voy a hacer? ¿Tú crees que me perdonará?
+ Sí no dices nada, no tendrá porque perdonarte ¿no crees?
- ¿Insinúas que no debo decirlo? - se echó para atrás y le miró con sorpresa.
+ Yo no lo haré, si tú no lo haces. - sonrió y la animo a que ella hiciera lo mismo.
- Pero...
+ No, piénsalo, es un buen plan.
- La verdad es que podría funcionar.
+ Lo único que tienes que hacer es asegurarte que no lo volverás a hacer. ¿De acuerdo?
- Tienes razón. Haré como si nada, espero que él haga lo mismo. - le da un abrazo que dura escasos segundos y se levanta.
Él la mira con esperanza. Ella se gira, aparta su cabello de sus ojos, le sonríe y le dice.
- Muchas gracias, gracias por estar siempre ahí. No te defraudaré. - le da un beso en la mejilla con sus húmedos y sonrosados labios.
+ Siempre me tendrás, y lo sabes. - y la vio como se alejaba, mientras tanto susurro para él mismo. - Te quiero.

Te quiero... esas palabras que nunca se atrevía a decirle, esas palabras que tantas veces estuvo a punto de decirle y nunca lo hacia, porque sabía que ella no era suya, sabía que si lo hacía podría perder la, o hacer que ella sufriera más aún.

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